lundi, juin 12, 2006

Máquinas para no Volar.














Submarino Panama. Foto Ricardo Tapia.

Motores inconexos, cadenas de bicicleta, cañas de pescar, son los materiales que dibujan el universo de Panamarenko (Amberes, 1940) el físico- inventor al que muchos consideran el artista vivo más importante de Bélgica.

Famoso por sus desaciertos, Panamarenko fue el escultor de inventos fallidos, imágenes obsesionadas por el movimiento que marcaron su obra de por vida. Sus fracasos alcanzaron notoriedad cuando llegó hasta una cadena de televisión para caminar de cabeza, enfundado en sus botas electromagnéticas caminó por un techo laminado y luego de varios intentos cayó estrepitosamente ante la sorna de quienes le contemplaban. “ Con una idea no se va a ninguna parte, hay que concretarla; si construyo un platillo volador para ir a las estrellas tengo que llegar hasta el final” quizá sea esta la frase que condensa la pasión obsesiva del creador, ya que su afición no se limitaba a la imagineria y construcción de sus arte-factos, sino también era él mismo quien los probaba, algo de suma importancia en su proceso creativo.En la evolución de su trabajo lo estético y lo científico se concatenan de manera polivalente, la utopía se revela ante sus ojos como el principio de la realidad, de una realidad habitada por autos que el mismo construye y que funcionan a partir de cucharadas de hielo. Es este sentido lúdico el que da vida al universo de Panamarenko, un mundo bizarro que incorpora tanto soldaduras como tele-dirigibles gigantes.

Panamarenko construye su espacio en tres dimensiones, espacios donde la deconstruccion se convierte en piedra angular; dimensiones donde las bicicletas y los motores quedan reducidos a piezas sueltas, la esencia que da paso a nuevas construcciones: platillos voladores, mochilas propulsadas; elementos de mecánica variable que dan forma a nuevas utopías, a promesas de movimiento puro, de carácter y textura caprichosas. Su concepción del universo esta íntimamente ligada a la gravedad, la fuerza que le mantiene atado al mundo y que hace de su obra una metáfora, el impulso que le mantiene lejos de la realidad a la que imprime un sello artístico y muy peculiar.

Luego de cientos de experimentos decide llevar su creatividad al campo náutico, área donde obtiene un sonado fracaso al construir el submarino Panamá en 1996; embargado por el furor creativo declara a la prensa su intención de navegar con él hasta Svalbaro, una isla al norte de Noruega, odisea cuyo desenlace puede colegirse entre estas líneas:“ Todas mis máquinas funcionan, solo que no funcionan al 100%”.Panamarenko encuentra su inspiración en la naturaleza y la devuelve a su sitio, la reinventa inspirado en el vuelo de los insectos, en la gracia de las ballenas, es la belleza el hilo conductor que acerca su obra a la cultura, un terreno que ha convertido su creación en un legado invaluable al arte contemporáneo; una obra que lo trasciende ya en vida.Con Panamarenko es el hombre quien determina su posición en el universo, de ahí los cuarenta años que ha pasado intentando liberar el movimiento, arriesgando la vida entre aviones de propulsión humana y verdaderas alfombras voladoras, piezas creadas bajo el signo de la poesía, elementos convertidos en la afirmación de un hombre que construyó sus sueños con el romanticismo del bohemio que soñaba con volar.

Ricardo Tapia
Bruselas, Belgica.
25/11/05