lundi, juin 12, 2006

Los Rolling en Saint Sulpice.


















Plaza de Saint Sulpice. Paris. Foto Ricardo Tapia.

La rubia a mi lado fuma incesantemente. Su mano derecha pasa deprisa las páginas borrando de golpe los rastros del cigarrillo.

Desde la cafetería que domina la plaza observo ese remanso escalofriante que es Saint Sulpice, una iglesia donde la historia y el hombre han depositado tesoros inimaginables.
He estado aquí por lo menos una docena de veces, frente a esta capilla donde las pinturas de Delacroix me siguen pareciendo indescifrables. Jamás he comprendido porqué Jacob pelea con el ángel, cuál es la metáfora de esa batalla.

La rubia del cigarro pasea a mi lado. Su acompañante le sigue de cerca meciendo los cabellos al ritmo de Out of my Cloud, canción de los Rolling Stones que se escucha limpia y doblemente estridente en la amplitud monacal de la iglesia.
Por un instante parece que ese cúmulo de cilindros impecablemente plateados palidece ante la contundencia sonora de los Stones. El sonido se dirige hacia el altar intentando canonizar con el ipod a toda pastilla los versos renegados de los abuelos del rock.

A la pareja siguen decenas de turistas, grupos que recalan en el templo buscando ese magnifico pedazo de mármol; un obelisco que siguiendo los preceptos astrales, determina con exactitud el equinoccio de la primavera y que a decir de los lectores de un libro famoso, es también una pista sobre la ubicación del santo grial y prueba inequívoca de la existencia del Priorato de Sión, sociedad secreta de los descendientes de Jesucristo y Maria Magdalena.

La rubia pasa deprisa las páginas buscando tal vez el capitulo que refiere a Saint Sulpice, las pasa desperadamente sin reparar ni por un instante en el desmentido que el párroco ha colocado junto al obelisco y que aclara, en riguroso francés, que la línea meridiana que atraviesa Saint Sulpice no es ningún vestigio de un templo pagano y que las letras P y S sobre las ventanas en el centro de la nave que describe el narrador, se refieren a San Pedro y San Sulpicio, los dos patronos de la iglesia y no a un Priorato de Sión imaginario.

Inmerso en la fascinación de los espacios, un buen hombre camina por el pasillo con un libro de Balzac. El viejo se une así a los cazadores de pistas, estas otras de aquel escritor que convirtió a Saint Sulpice en el escenario de La Misa del Ateo.
El lugar no puede ser mejor, si hay una iglesia en el mundo donde lo sagrado y lo profano se han tocado en el tiempo es Saint Sulpice; el sitio que dio la fe bautismal a mí nunca bien admirado Marques de Sade y a aquel otro llamado maldito, de apellido Baudelaire.

Satisfecha por las pistas falsas del Best Seller, la rubia sigue con la mirada la línea plateada que parte desde la punta del obelisco atravesando la iglesia hasta el otro costado.
Coincidiendo en el tiempo, el sujeto rocanrolero tararea sin ningún pudor los lamentos de Paint it Black mientras el buen hombre del pasillo pasa de lado desconcertado, buscando quizá algún indicio sobre la pila bautismal de los nunca bien admirados malditos.

De rodillas frente al altar, los devotos observan cómo los turistas del Código Da Vinci conquistan los lugares que los excesos de la fe han dejado a su paso.
Algunos interrumpen sus plegarias preguntándose, cómo es posible que alguien pueda tomarse en serio ese argumento sacrílego de que la descendencia de Jesucristo y Maria Magdalena vive en un secreto preservado por una turba de fanáticos dispuestos a matar por él.

El viejo observa la panorámica desde aquella esquina literaria que aparece en un libro de Víctor Hugo mientras los grupos de turistas se suceden cobijados por los enigmas idiotizantes del libro y la guitarra endiablada de los Stones.

Con una pena tremenda el sacerdote se acerca hasta el individuo rocanrolero.
Su mujer camina por la línea plateada y el ipod reproduce sin ninguna misericordia las notas electrizantes de Simpathy For The Devil.

Ricardo Tapia.
Paris, Francia.
26/04/2006

1 Comments:

Blogger Unknown said...

Jacob pelea nada menos que con Dios...¡y le gana! Bueno, el pobre Jacob sale un poquito lesionado de la cadera y con nuevo nombre, pero en cambio el otro viejo admite la derrota por una vez. ¡No es poca cosa, bien merecía un mural de Delacroix! ¿O no? Para más datos, consultar el Génesis, no tengo ahora a mano para indicar el capítulo, pero vale la pena buscar el episodio. También puede ser una lectura entretenida ese antiguo best seller. :-)
Pero sí, es cierto que ya casi nadie entra a S. Sulpice a ver los Delacroix, supongo que la mayoría de los que pisan la iglesia lo hacen buscando las boludeces inconsistentes que pergeñó Dan Brown. Ni siquiera leen la notita explicativa que pusieron los curas (y que está también en inglés, por cierto). Hay gente que elige ser estúpida y sin embargo se molesta cuando alguien se lo hace notar.

4:51 PM  

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