lundi, juin 12, 2006

La Torbellino.














Nostalgia por el Bule. Cd. de Mexico. Foto.Ricardo Tapia.

El público enardecido ovacionaba decididamente a la escultural vedette.
Bueno. Hagamos un paréntesis para decir cual era su definición de “escultural vedette”.
Era el año de 1988, cuando los reductos de la música pop aun pululaban por las calles del México en eterna crisis. Los padrotes habían dejado ya de lado los sombreros de ala ancha pero aun vestían largos trajes blancos con camisa negra y zapato blanco de charol.
Yo contaba apenas los dieciséis... la edad dorada de la chaqueta.
Vivía a una distancia considerable del centro pero lo conocía, sobre todo aquella plazuela que por esos ayeres el gobierno arreglaba y que llevaba por nombre Plaza Garibaldi.

Famosa por sus cientos de mariachis y sus miríadas de hijos de la chingada; Garibaldi era también la zona donde se ubicaban los únicos burlesques de la capital: El Teatro Colonial y el Garibaldi. Los asiduos al lugar eran especialmente distinguidos, se distinguían por albañiles, asesinos, teporochos, mecánicos y yo. Los técnicos del taller de mi padre me llevaban al “bule” como se llamaba coloquialmente y que no era otra cosa sino un teatro de mujeres al natural.

El aforo del Teatro Colonial no sobrepasaba las doscientas localidades, localidades que iban desde gayola hasta la divina pasarela, donde se podía ver y tocar a las vedettes. El exterior del recinto lucia nombres evangélicos que llenaban de morbo la marquesina:“Esta noche... La Torbellino”.

El show comenzaba cerca de la medianoche, poco después de la tercera llamada... tercera. Las luces se apagaban y en el escenario la presencia de la primera estrella de aquel ínfimo firmamento artístico. Una mujer cuarentona de grandes ojeras, borracha y vulgar como ninguna. Una canción, pelos y la siguiente.

Bajo esta tónica, la noche fluía hasta el intermedio, donde un par de “cómicos” se albureaban mientras el mecaniquerio les hacia señales con las manos. En las gradas se escuchaban los comentarios desaprobatorios:
- Chale, pinches viejas culeras.
- Si mano, ya ni la chingan, por lo menos debieran de cobrar mas bara.

El salón oscurece y una voz en off retumba en el fondo: Respetable público – el público era todo menos respetable- con ustedes la reina de la noche, Josefina López, La Toorbellinooooo.
La “escultural vedette” apareció.
Una treintona, mucho más joven que las demás, poseedora de unos grandes senos estriados y unos cuantos moretones en sus esculturales piernas.El público la miraba con gran lascivia mientras ella los deleitaba cantando un par de canciones al compás de un suave streap-tease.

La Torbellino hipnotizaba a sus seguidores con un dominio pleno del doble sentido. Contoneandose delicadamente, elegía al afortunado que subiría al proscenio a tener un encuentro cuerpo a cuerpo con la estrella.

Enfundada en su vaporoso negligé, La Torbellino ejecutaba el número que años antes la llevára al estrellato. El acto consistía en sentarse sobre el miembro del afortunado y mover el culo en círculos concéntricos a velocidad vertiginosa; de ahí su nombre artístico.

Poco a poco se despojaba de cada prenda, el público delirante se levantaba de sus asientos...... Pelos, Pelos!.
Ella les dió la espalda, bajó con afectada cadencia su tanga rosada, giró poco a poco su torso desnudo y se mostró por fin.
Algo negro peludo y cavernoso colgaba de su entrepierna.

Ricardo Tapia
Barcelona, España
25/10/2003