lundi, juin 12, 2006

El Maniático.


















Islas Ciclades. Grecia. Foto, Ricardo Tapia.

… pero hablaba de mis manías… de ese entramado de excentricidades que esta terminando por atajarme.
Verán, hubo un tiempo en que solía leer el periódico después del almuerzo, sin duda una excelente costumbre hasta que llegaba la manía, la de comenzar siempre por el final y la de no dejar a nadie ponerle un dedo encima antes que yo.
Mi mujer por ejemplo tiene la manía de reflexionar; una manía harto necesaria cuando los problemas apremian pero engorrosa cuando la demanda merece una respuesta inmediata, de hecho salir con ella se ha vuelto un deporte de alto riesgo cuando los dependientes la miran inquisitivos en medio de su cavilación.

Pero hablaba de mis manías... cierto es que he aprendido a vivir con ellas y aunque a veces parezco un viejo cascarrabias intento dominarlas con mediano éxito.
La complicación viene al salir de mi hábitat: He pasado horas intentando encontrar un periódico en el centro de Montreal o días enteros buscando hielos por La Habana. El ardor de los culos negros y el sol a toda ebullición me dejaban sin cubos en unos instantes, avasallado, sin poder beber mi preciado ron añejo, porque resulta que tengo la manía de beber en vasos cubiertos de hielo y por si esto fuera poco tampoco bebo de ningún vaso si esta lleno, mi manía por los vasos colmados es tal que tengo que derramar una parte de la bebida hasta alcanzar un volumen que yo considere aceptable.

En el caso del vino el capricho viene con las copas, si no hay una copa impecablemente limpia procuro no beber y eso si que me jode frente a los chipirones y todas estas delicias de la cocina mediterránea donde vivo.
Mis incursiones en las fiestas familiares se mueven en la misma tesitura, toda vez que en Francia no se acostumbran las bebidas con hielo y más de una vez he intentado sobrevivir a las celebraciones marianas inmerso en una sobriedad suicida.

Aquí no es la excepción. En Grecia mi manía me esta costando caro, quiero decir caro en todas las acepciones que la expresión pueda tener porque frente a una canícula extrema tengo que saciar mi sed en una de estas terrazas turísticas y ordenar mi primera manía, un vaso pleno de hielo, luchar contra la de mi santa que se debate entre vino y café frappé y lidiar con la tercera y mas crítica, la de tirar parte del vaso rebosante de líquido que el camarero tuvo a bien llenar.

Esta pequeña sinfonía tiene una connotación profunda, cuando al mirar mi bebida fluir por el suelo observo ese espejo liquido que me devuelve una imagen lamentable; un trago repentino me arrebata la abstracción y el reflejo revela como mis manías se vuelven obsesiones y como me he convertido en un verdadero manía-tico a los treinta años.

Ricardo Tapia
Atenas, Grecia
18/08/05