En La Feria del Libro.
Mario Vargas Llosa. Feria del Libro 2006. Madrid. España. Foto Ricardo Tapia.
Me he encontrado con Mario Vargas Llosa en el Parque del Retiro aquí en Madrid. Digo que me he encontrado con él porque esta firmando libros en una feria de libros, no porque lo conozca ni mucho menos.
A mi todo este jaleo de firmas no me interesa (¿Habrá algo mas rematadamente idiota que una firma?).
He llegado aquí por casualidad: las ferias de libros no me gustan; me deprimen.
Yo he venido al parque a escribir y en el camino me he encontrado con este hombre y con miles de personas deambulando a su alrededor.
Yo escribo sin tumultos ni gente haciendo filas para saludarme.
Ellos están del otro lado con ese hombre que luce tan bien, tan impecablemente bien.
He pasado a su lado y le he olido, le he visto secarse el sudor y saludar amablemente a todas esas personas que vienen en busca de su firma.
Lo de la rúbrica es solo un pretexto.
Aquí viene la gente a soltarle unos monólogos increíbles.
La mujer le recuerda su infancia en Arequipa, le dice que era su vecina, hija de Doña Chole, la que cuidaba de su prima, la hija de Doña Julia.
Él parece interesado, la mira intentando reconocerla.
Parece atento, su amabilidad sorprende, no tiene prisa: escucha, sonríe, asiente, observa; su mirada es categórica, a veces condescendiente.
Ahora viene una francesa a la que he visto formada desde hace un par de horas.
Se acerca y le da la mano, no dice nada.
Vargas Llosa sonríe de nuevo dando pie a la dedicatoria pero la mujer no tiene libro, sólo tiene una botella de Coca- Cola rellena de agua en la mano.
Yo tampoco he dicho nada, no tengo libro y tampoco me he formado en la fila. Pero ¿qué podría preguntarle?.No le puedo decir que me gustan sus libros porque apenas he leído dos o tres de ellos y salvo el de Trujillo no recuerdo siquiera de lo que tratan.
No tengo ganas de preguntar nada y tampoco de escribir nada; ya lo he dicho, las ferias de libros me deprimen.
Tengo la impresión de que los autores son tratados como bailarinas. Los altavoces se tuercen cada cinco minutos, sólo que en lugar de pistas y pasarelas hay casillas y en lugar de Ébano y Desiré presentan a David Trueba y Nieves Hernández.
Pero no me deprime la prostitución literaria sino la profusión de libros, hay tal cantidad de ejemplares que es imposible no sentirse abrumado, ignorante.
Pienso en esto en medio de las cavilaciones de la francesa que al final se decide a interactuar con Vargas Llosa y le pregunta a qué se dedica.
La pregunta me sorprende mas a mí que a él.
Él ha vuelto a sonreír y ha respondido con una extraordinaria benevolencia.
Le ha dicho que se dedica a escribir a lo que la francesa ha reaccionado sorprendida.
La respuesta parece inquietarle. Quizá pensaba que sólo se dedicaba a firmarlos; no lo sé... uno nunca sabe.
Ricardo Tapia.
Madrid. España.
15/06/2006
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