lundi, juin 12, 2006

Y al Final de la Rambla.


















Fuente de Canaletas. La Rambla. Barcelona. Foto. Ricardo Tapia.

"El titulo era todo un enigma: La Negra Flor, ¿Y es que existen flores negras fuera del Mercado del Chopo?, ¿Que será una Rambla me preguntaba yo mientras tarareaba el estribillo: ...Y al final de la ramblaaa... me encontréee con la neegra flor. Habré tenido unos quince años y siempre quise saber el significado de aquella canción”.

Le contaba esta anécdota al Javi mientras bebíamos Brandy tirados en la arena del Chiringuito Beach, uno de mis bares favoritos frente al Mediterráneo.
Era mi ultima noche en Barcelona y a pesar de la fiesta no podía evitar esa sensación de vacío que entrecortaba mi aliento, esa nostalgia por lo que se va dejando al paso: los amigos, la música, el mar.

Nunca quise escribir una línea sobre esta ciudad. Primero por el miedo a la falsa apreciación del turista y después por esa sensación permeable de vivir en un desengaño permanente. Mis prejuicios sobre España se difuminaban, uno y otro caían frente a esto que llaman: Els Paísos Catalans.
Cataluña terminó siendo un mundo entero: un encuentro con esa lengua paralela que es el castellano y otra que campea entre éste y el francés, una comida fantástica y sobre todo una serie de falsos mitos como aquel de la sociedad cosmopolita, una entidad que esconde sin éxito su discriminación hacia el emigrante, una sociedad renuente y desmemoriada que parece olvidar que hace no mucho, los que buscaban una mejor vida no eran otros sino ellos mismos.

Hoy parece que Cataluña vive inmersa en el pecado de sentirse única, quizá esto explica su cultura anti-taurina, su distancia con el Flamenco y su identidad afrancesada; quizá sea esa la respuesta a tantos años de represión franquista mismos que justificarían esa manta subversiva y futbolera que cuelga dentro del Camp Nou, la de: Catalunya is not Spain.

Me voy de esa Cataluña que no es España con la cuenta saldada y con un puñado de amigos, hombres extraordinarios que me desvelaron la otra España, la de los jamones y los vinos, la de las sevillanas y el rebujo, la del flamenco y el canto, la de las dicotomías entrañables que fascinan al extranjero. Fue a su lado que caminaba Rambla abajo en busca de algún indicio, de alguna escultura, de algo que diera significado a mi canción de juventud.

La música del Chiringuito se desvaneció al amanecer.
Ante el inminente adiós unos brazos me estrujaron y un par de lágrimas cayeron sobre los hombros abandonados, la última botella se vació y Javi comenzó dando tumbos rubricando la escena con una guacareada monumental.
Caminamos a lo largo del Paseo Marítimo bajo la mirada del Colón, la estatua nos vigilaba celosa mientras apuntaba con el índice hacia algún lugar que no es América. Fue ahí, a los pies del Colón despistado, que recibí el ultimo desengaño. Una resaca de pronóstico reservado me dio un destello de lucidez. De pronto pude desmenuzar aquella frase infranqueable.

Luego de dos años en Barcelona y de cientos de paseos por la Rambla al fin pude colegir el verdadero significado de aquella canción, porque al final de la Rambla, las negras flores, como las llama Juan Perro, continúan ahí: todas estas putas subsaharianas que aun hoy después de tantos años te siguen comiendo la polla por menos de veinte euros.

Ricardo Tapia
Bruselas, Bélgica.

1 Comments:

Blogger MORGANA said...

Tienes mucha razón, me gusta Barcelona, como me gusta Cadiz,
bueno tal vez Cadiz me guste mucho más por el color tan especial de su cielo.
Pero si que es verdad, que me siento discriminada por ser de Madrid, o nacida en Madrid, ya que la identidad de una persona no la marca el sitio geográfico, pero bueno ese es otra cantar,
Me gusto mucho tu comentario.
Saludos

3:41 AM  

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