Contra La Iglesia
Esta visión estrecha, cavernaria y ultra-católica del sexo es el principio que abraza la argumentación del Cardenal Rivera: "No se da una visión completa de lo que es el amor sino simplemente una visión genital de lo que es la sexualidad".
Para el Cardenal los libros de ciencia biológica destinados a impartir el conocimiento científico, deben pasar por la concepción moral de la iglesia; según él, no debemos mostrar a los jóvenes el acto sexual como un acto sexual sino como un acto amoroso. "(La Iglesia) se opone firmemente a un sistema de información sexual desvinculado de los principios morales; dicha postura no es sino un estímulo para introducirse en la experiencia del placer sexual, abriendo el camino al vicio", destacó en un documento la Conferencia del Episcopado Mexicano.
Con lo del “camino al vicio” me imagino que se refiere a la masturbación y si, es probable que la información despierte una inquietud inusitada en los jóvenes, pero si existe un fundamento científico en el cual se demuestre que la masturbación no es causal de ningún defecto psicológico o físico, el Cardenal y su séquito deberán soportar la inmoralidad de los libros y la masturbación colectiva de sus lectores.
No es papel del estado tutelar el nivel onanistico de sus gobernados.
Lo que sorprende en este razonamiento es que no se cuestiona el valor científico, sino el valor moral de los libros y peor aun; su argumentación ( si así puede llamarse a los mandatos de la doctrina) pasa no sólo por la relación entre el amor y el sexo, sino por (ay) el ¡matrimonio!.
Esta aberración nos pone frente a un dilema: ¿Cómo le decimos a este joven nacido en una sociedad de consumo altamente sexual ( sólo en 2002 se rodaron 467 películas en Hollywood contra 11,303 de la bonante industria hardcore) que el acto sexual tiene algo que ver con el matrimonio?. Hace falta ser ingenuo para imaginar siquiera que la falsedad de esta premisa no ha sido descubierta ya por el adolescente mucho tiempo antes de tener el libro en sus manos.
Pero hay una segunda argumentación que no viene precisamente de la iglesia: “Se sugiere la práctica de parafilias que de manera indirecta pueden inducir al uso de material pornográfico y derivar en el adolescente conductas patológicas", recrimina un desplegado de agrupaciones católicas de Aguascalientes avalado por el Obispo de la misma localidad.
Son estas mismas asociaciones civiles y de padres de familia (500 según Reforma) las que ponen el tema familiar en la palestra: "La familia es el lugar preferente para la educación sexual, la cual es un derecho inalienable y una obligación de los padres". "Se toman decisiones a nivel central sin la previa consulta de los padres, que tenemos el derecho a saber qué se les enseña a nuestros hijos”. Declaraciones que son de inmediato secundadas por la iglesia: "Los padres de familia tienen el derecho antes que nadie, antes que cualquier institución, de la educación de sus hijos; es un derecho inalienable, irrenunciable que tienen los padres", destacó Francisco Robles, Arzobispo de Monterrey.
Contra este derecho “inalienable” le cedo la palabra al implacable Savater, que con la lucidez que le caracteriza hecha luz sobre el tema. “ Los padres de cierta ortodoxia pueden enseñar a sus hijos que la homosexualidad es una perversión y que no hay otra familia que la heterosexual; la escuela debe informar alternativamente de que tal "perversión" es perfectamente legal y una opción moral asumible por muchos, con la que deben acostumbrarse a convivir sin hostilidad incluso quienes peor la aceptan”.
Con esto me parece claro que la educación sexual debe desvincularse absolutamente del amor y de toda moralina hedionda que se le quiera imponer. Deben ser los académicos y no los miembros de una religión quienes decidan los contenidos de los libros escolares.
Y volvemos a la cantaleta de la educación: O educamos a los jóvenes en el respeto a la diversidad sexual o seguimos reproduciendo y tolerando ese odio repugnante hacia los homosexuales y a toda forma de preferencia sexual alternativa. O informamos a los adolescentes (y a la sociedad en general) sobre las virtudes en los métodos de contracepción o seguimos contando las muertes por legrados clandestinos y por contagios de VIH ( aquí cabria preguntar a esos grupos conservadores que tanto se ufanan de defender el bien común, a quién debemos cargarle los millones de muertos que dejó la prohibición del condón por parte del Vaticano del casi beato Juan Pablo II.) O instruimos a las nuevas generaciones con información abierta, clara y veraz o seguimos engrosando las estadísticas de embarazos no deseados (el porcentaje en México es desolador: 300,000 embarazos -15 % del total- provienen de jóvenes entre 15 y 19 años.) Las cifras no dejan espacio a la especulación.
La educación es como siempre el principio, pero también el fin de este círculo vicioso.
Ricardo Tapia
Bruselas, Belgica
24/08/2006